Las políticas educativas deben garantizar el respeto hacia las personas, cuidando la dignidad humana, teniendo como bases el respeto, la equidad, la igualdad y la inclusión de los miembros de la comunidad universitaria, para conservar el equilibrio en las relaciones humanas y procurar que prevalezca la justicia en sus acciones formándose y capacitándose para actuar con principios éticos en el ejercicio de la profesión y en los actos de la vida.